Todos sabemos que la principal consecuencia de dormir mal es el cansancio, porque es normal que por diversos motivos hayamos tenido alguna vez una mala noche y hemos acusado sus efectos al día siguiente, al costarnos el doble de esfuerzo trabajar y enfrentarnos a nuestras obligaciones, debido al cansancio. Si esta situación se repite, y pasamos más de una noche así, dicho cansancio se acumula y se arrastra cada día, hasta provocarnos un gran agotamiento. Físicamente, también podemos verlo reflejado con ojeras en nuestro rostro.
Sin embargo, la mala calidad del sueño afecta a todo nuestro cuerpo, lo que puede desencadenar problemas mucho más graves en nuestra salud.
Debemos tener en cuenta que el sueño realiza una función muy importante tanto en nuestro sistema inmunológico como en nuestro metabolismo, por lo que no dormir bien puede influir negativamente tanto en nuestra salud como en nuestro estado de ánimo y comportamiento.
Por este motivo es importante que cuidemos nuestra forma de dormir e invirtamos en nuestro descanso. Para ello, debemos analizar si dormimos en un lugar adecuado, para lo que tendremos que fijarnos en el elemento fundamental: la cama.
Cada vez existen más personas que optan por elegir una cama eléctrica para conseguir un descanso más óptimo. Además de ayudar a prevenir enfermedades y facilitar el descanso a las personas que sufren algún tipo de dolencia, permiten adaptar la posición a nuestras necesidades. Por ello, son ideales también para personas que pasan tiempo en la cama leyendo o viendo televisión. Sin duda, un somier articulado presenta muchas ventajas para regular nuestro sueño.
Vamos a analizar las principales consecuencias que sufrimos al no dormir bien.
Una de las consecuencias más graves es la que afecta a nuestro sistema cardiovascular, ya que no tener un buen hábito de descanso aumenta la posibilidad de sufrir enfermedades cardíacas y de tener hipertensión, lo que incrementa la posibilidad de tener infartos.
Por otro lado, dormir poco produce trastornos gastrointestinales y dolores de abdomen, lo que puede provocar una dispepsia funcional, lo que quiere decir que podemos tener problemas de digestión.
La falta de sueño también se relaciona con la obesidad ya que, aunque no lo parezca, la mala calidad de sueño está directamente relacionada con una mala alimentación. Si dormimos poco o mal, aumenta nuestro riesgo de subir de peso de forma descontrolada, ya que disminuye la capacidad de tolerar la glucosa, lo que a su vez puede provocarnos problemas de diabetes.
Por tanto, tal y como decíamos al principio del artículo, una buena calidad del sueño es fundamental para que el resto de aspectos de nuestra salud funcionen correctamente.
Si nos referimos a nuestro aspecto físico, y a un punto de vista estético, debemos saber que una de las funciones del sueño es la reparación de la piel, por lo que ninguna crema ni producto nos ayudará a mejorar nuestro aspecto físico si no dormimos bien.
Cuando dormimos, el organismo se encarga de nutrir la piel y humectar sus tejidos, mejorando así su aspecto. Si el sueño no es de calidad, se producirá un paulatino deterioro de nuestra piel.
Otra de las gravísimas consecuencias que derivan de la falta de sueño son las alteraciones en el sistema nervioso, lo que provoca afecciones neurodegenerativas muy importantes. Está comprobado por diversos estudios que, si se duerme menos de siete horas durante un tiempo prolongado, empeorarán varias funciones cognitivas.
Entre dichas funciones de nuestro cerebro que se ven mermadas podemos considerar las siguientes:
Problemas en la memoria. Cuando dormimos nuestro cerebro organiza y procesa la información recibida durante el día, y la almacena en su lugar correcto. Si dormimos mal, podemos ir olvidando dichos datos.
También influye de forma negativa en la concentración y la atención. Cuando nuestro sueño es de baja calidad, influye directamente en la capacidad de reacción de nuestro sentidos, por lo que nuestra coordinación no funcionará bien. Por este motivo es recomendable no realizar tareas complejas, que puedan poner en riesgo nuestra integridad física, cuando no hemos dormido bien.
Por otro lado, nuestra salud mental se ve resentida por culpa del insomnio. Síntomas como el estrés o la ansiedad se vuelven imposibles de manejar si nuestro organismo no descansa bien.
Incluso puede alterar nuestro comportamiento y verse afectadas nuestras relaciones sociales, ya que algunos síntomas de dormir mal son los cambios de personalidad, la pérdida de humor o la irritabilidad, lo que puede complicar la forma de comunicarnos con nuestro entorno de una forma positiva.
El no dormir nos pone de mal humor y genera un desequilibrio emocional difícil de controlar.
En definitiva, el sueño afecta a cuestiones fundamentales de nuestra salud, por lo que no debemos descuidar este aspecto de nuestra vida y debemos ocuparnos en que nuestra forma de dormir sea lo más óptima y favorecedora posible.