Es una condición inherente al ser humano el tener miedo a lo desconocido. Cuando realizamos una actividad de forma cotidiana, se acaba volviendo un hecho que se practica por inercia, con conocimiento de lo que hacemos y controlando la mayoría de veces lo que puede suceder, por lo que se minimizan los riesgos.
Sin embargo, cada vez que vamos a vivir un cambio, nos asalta el miedo a no tener las herramientas suficientes para afrontarlo y a ser incapaces de reaccionar ante situaciones nuevas, lo que disminuye nuestra autoestima y aumenta la inseguridad de no hacer las cosas bien y equivocarnos.
Cambiar de trabajo es un gran reto y, en consecuencia, puede ser una causa de sufrir estos miedos. Si no somos capaces de gestionar dichos temores, podemos sufrir síntomas de estrés, ansiedad o depresión que pueden generar una ruptura en nuestro equilibrio emocional.
Algunas personas están tan habituadas a sus compañeros y a su ambiente laboral, que les puede producir un gran rechazo la adaptación a otras circunstancias diferentes, que no tienen por qué ser peores.
Vamos a compartir algunos consejos para poder afrontar dicho cambio y evitar que nos paralice.
Aceptar el miedo
Tener miedo no es algo malo ni que represente debilidad. De hecho, es necesario sentir miedo o cierta ansiedad ante lo desconocido, ya que es un mecanismo de protección. De lo contrario, nos enfrentaríamos a cualquier riesgo o peligro sin pensar en las consecuencias.
Por tanto, lo que debemos hacer es aceptar dicho miedo como una respuesta natural ante un nuevo estímulo. Lo más importante es lidiar con los pensamientos intrusivos, es decir, aquellas ideas desagradables que cruzan nuestra mente y nos paralizan. Lo más sencillo es intentar restarles importancia. No podemos gastar nuestras energías en intentar que desaparezcan, pero sí en evitar que nos afecten.
Entender que nada permanece
La vida es un ciclo que va evolucionando. Al igual que las personas cambiamos, los puestos de trabajo también lo hacen. Hay personas que van variando de un empleo a otro en periodos cortos de tiempo, por lo que es menos probable que sufran esta ansiedad. Sin embargo, quien lleva bastantes años en un mismo trabajo puede sentir un gran vértigo ante el cambio. Hay que aceptar que es totalmente natural y que no siempre podemos controlar todos los aspectos de nuestra vida.
Ser flexible con los cambios de rutinas
Cuando realizamos un trabajo, no solo tenemos la rutina de las tareas que están comprendidas dentro de la jornada laboral. Por ejemplo, nos levantamos a una hora concreta, solemos tomar café siempre en el mismo lugar, tenemos siempre el mismo día libre, etc.
Para adaptarnos mejor al cambio de un puesto de trabajo, debemos hacer un repaso a este tipo de rutinas tan marcadas y buscar alternativas que sean agradables.
Tener paciencia para afrontar cada cambio
No podemos pretender cambiar toda nuestra rutina a la vez, porque la ansiedad y el agobio serán mucho más difíciles de manejar. Cada cambio debe ser paulatino. Lo ideal es ir marcándose pequeños objetivos realistas y no ser exigentes con nosotros mismos. Por ejemplo, si el cambio de trabajo conlleva una mudanza a otro sitio, podemos realizar esta antes, para ir acostumbrándonos a nuestro nuevo hogar antes de acudir al nuevo empleo.
Establecer un plan de acción
Otro de los motivos que nos genera ansiedad al cambiar de empleo es no saber qué hacer durante nuestra jornada. Para ello debemos marcar un calendario, hacer listados de nuestras tareas y delimitar nuestro camino. Tenerlo todo ordenado genera una sensación de control y, por tanto, mejora el rendimiento. No sientas miedo o vergüenza de preguntar o incluso de llevar contigo una libreta para tomar apuntes en tus primeros días. Recuerda que todos hemos tenido que comenzar de cero alguna vez.
Practicar la auto motivación
Si quieres ganar seguridad y confianza para afrontar tu nuevo empleo, debes creer en ti mismo. Es importante expresar cómo te sientes ante tu círculo cercano, y dejarse apoyar por tus amigos y familia, pero existe un trabajo que solo puede hacer uno mismo.
Cuando comiences a valorarte, podrás ganar seguridad personal y mejorar tu autoestima. Para ello, existen diferentes técnicas que puedes aplicar a tu rutina, al menos hasta que sientas que esa inseguridad desaparece.
Una de ellas es el hábito de animarte frente al espejo. Se trata de repetir alguna frase o idea positiva sobre ti mismo. Un ejercicio de motivación que apenas te llevará unos minutos y puedes practicar a diario.
Otro ejercicio motivacional es mantener un autodiálogo positivo. El autodiálogo es esa conversación interna que mantenemos con nosotros mismos. Ante los pensamientos negativos, debemos procurar darnos respuestas positivas y alentadoras.
Por último, no hay mayor motivación que invertir en nosotros mismos, en tiempo de calidad para aquello que nos haga feliz. Es imprescindible que, en nuestra nueva rutina, contemos con un espacio para nuestro ocio, así como que mantengamos nuestras rutinas relacionadas con la actividad física y alimentación, para que podamos controlar nuestras emociones.